miércoles, 11 de junio de 2014

Signos Externos y Experiencia Religiosa

·        LA EXPERIENCIA RELIGIOSA
Es la capacidad que tenemos los seres humanos para encontrarnos con un Dios que no está ausente. Lo encontramos a través de señales e indicadores que aparecen en nuestra vida cotidiana, en momentos señalados y en todos los acontecimientos. Durante siglos los seres humanos han tenido un sentimiento difuso de lo religioso que se ha asociado a la práctica de una religión. Las nuevas generaciones tienen dificultades para identificar el paso de Dios por sus vidas. Pero seguramente pasa.
1. Lo primero en el cristianismo no es la experiencia, sino la --> existencia cristiana: las actividades de -> fe, -> esperanza y -> amor, por las que, en virtud de un «don inefable», alcanzamos a Dios mismo como principio, objeto y fin de todo nuestro ser. Ahí está la vida eterna que el Señor vino a comunicarnos. Por tanto la experiencia sólo puede ser un aspecto o dimensión de la existencia cristiana; con ello su importancia queda relativa da.
2. Pero esa experiencia es un dato esencial de la revelación, pues está implicada en la existencia cristiana, que puede resumirse en el agape, entendido en su plenitud: el Padre nos ama y nos da a su Hijo para salvarnos; el Hijo nos ama y se entrega por nosotros; ambos nos dan su Espíritu, y éste hace de nosotros, en Cristo, hijos que dan gloria a su Padre. El cristiano experimenta el misterio delagape vivido en la fe. Pablo muestra que hay una experiencia en Cristo (morir y resucitar con, por y en Cristo), y una experiencia en el Espíritu, por el que realizamos nuestra filiación y entramos en las profundidades de Dios. Juan insiste en la presencia de la vida eterna por la -->fe, en la inhabitación de Dios en el alma y del alma en Dios por el amor; lo cual da lugar a una cercanía de la transcendencia de Dios que el hombre por sí mismo no puede pensar.
3. Esta experiencia oscura tiene sus criterios, que constituyen una unidad con ella. Se realiza en la comunidad eclesiástica, que es su medio vital y su medida interna. Implica la observancia de sus indicaciones, el juicio humilde sobre sí misma y el amor fraterno. Lejos de excluir la razón (elevada por la fe), exige su uso. Pablo nos ofrece una crítica de la inspiración carismática, con primacía de lo espiritual (1 Cor 12-14); y exige de los creyentes una inteligencia concreta - la epignosis (Cerfaux) - del misterio de Cristo. Los temas principales de Juan «presuponen como condición fundamental una conciencia despierta de la vida, de la luz y del amor que han sido infundidos en el creyente» (A. Leonard). 1 Jn sólo conoce una auténtica e.r. cuando se dan los criterios del orden eclesial, dogmático, moral y místico (-> espiritualidad).
4. Pero esta experiencia es siempre escatológica, pues tiene por objeto un misterio poseído en esperanza, revelado, pero no desvelado (y ello aunque se eleve a la experiencia propiamente mística). Siempre es, por tanto, el desarrollo, no de un saber, sino de una fe: hay un conocimiento del amor por sus signos, pero no hay una ciencia del amor, pues no podemos saber el objeto, ni el fin, ni la esencia, ni la existencia en nosotros del amor.- La auténtica e.r es signo de verdad, fuente de gozo y fuerza de vida; pero, aun en el foco mismo de la luz, en lo más profundo del contacto, Dios sigue siendo el desconocido. «Por la revelación que se nos da con la gracia no conocemos la esencia de Dios; y así nos unimos a él como a un desconocido»
·        SIGNOS EXTERNOS
La fe en la presencia del Señor, en especial la eucarística, la expresa el sacerdote ejemplarmente con la adoración que se muestra en la reverencia profunda de las genuflexiones durante la Santa Misa y fuera de ella. En la liturgia postconciliar se reducen al mínimo: la razón aducida es la sobriedad; el resultado es que se han convertido en raras, o incluso apenas se esbozan. Nos hemos hecho avaros en gestos hacia el Señor; pero elogiamos a judíos y musulmanes por su fervor en el modo de rezar.
La genuflexión manifiesta más que las palabras la humildad del sacerdote, que sabe que sólo es un ministro, y su dignidad por el poder de hacer presente al Señor en el sacramento. Pero hay otros signos de devoción. Las manos elevadas en alto por el sacerdote son para indicar la súplica del pobre y del humilde: “Te pedimos humildemente”, se subraya en las plegarias eucarísticas II y III del misal de Pablo VI. El Ordenamiento General del Misal Romano (OGMR) establece que el sacerdote, “cuando celebra la Eucaristía, debe servir a Dios y al pueblo con dignidad y humildad, y, en la forma de comportarse y de pronunciar las palabras divinas, debe hacer percibir a los fieles la presencia viva de Cristo” (n. 93). La humildad de la actitud y de la palabra es consonante con el propio Cristo, manso y humilde de corazón. Él debe crecer y yo disminuir.